Poema
Primero descendíamos
por curvas peligrosas
a punto de estamparnos
por el despeñadero.
No sé cómo aparcamos:
recuerdo mucho fuego,
varias casas en llamas
y de repente el gato
lanzándose al vacío
sin calcular el riesgo,
planeando sin pensar
en el aterrizaje
fatal y tú tras él
-audaz vuelo en picado:
radiante la sonrisa-
hasta lograr cogerle
y cambiar el sentido
manteniendo el impulso
y volver a la cima
y posarlo en mis brazos.
Lo mismo que, despiertos,
rescatas tantas veces
de una peor caída
mis ganas de vivir.